lunes, junio 07, 2004

La regla de oro y mi prójimo

No hagas a otros lo que no quieras que hagan contigo, fue la regla de oro implantada por Jesucristo en su peregrinar por la tierra y cuando habló de los Diez Mandamientos dijo que éstos se reducían a dos: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a mí mismo.

En la confluencia de estos dos preceptos fue como hoy ordené mis ideas, primero: quiero que la gente me trate bien; y segundo: debo amar y tratar a otros con la misma intensidad y amor, como si lo hiciera conmigo mismo.

Si he de desglosar estos pensamientos, caigo en cuenta que en ningún modo quiero causar daño a la demás gente, especialmente a aquellos que son muy cercanos a mi, que son parte de mi, que son mi familia.

Sin embargo, aunque mi deseo es no dañarlos y procurar su bien (hablo del ser humano común), en muchas ocasiones les causo mal, algunas de esas veces, la mayoría lo hago inconcientemente, pues basta un gesto o una palabra dicha con desatino, para dejar ahí el daño.

Por esa razón, he aprendido a contestar, a abrir la boca solamente cuando estoy seguro que ya ordené mis pensamientos y que lo que voy a decir o a hacer, en ningún modo dañará a quien esté cerca de mi.

Y es que si tomo en cuenta el segundo precepto, nunca podré hacer un bien a mi prójimo si ese bien no lo he aplicado a mi, porque entonces no se aplicarán las palabras de Jesucristo de amar a los demás como a mí mismo.

Esto es, si no soy capaz de aceptarme tal y como soy, si no soy capaz de explorar y descubrir en mí todos los valores que existen, dificilmente lo podré hacer con otros, porque la fuente de amor no fluye de fuera hacia adentro, sino de dentro hacia fuera.

Por eso, hoy puedo decir que el amor que siento por mis hijos es genuino y a ambos los quiero por igual, pero en la conciencia de que serán como ellos quieran ser y si acaso, me encargaré de marcales la ruta y los principios que deben seguir.

Estoy seguro que la mejor enseñanza que han recibido de mi es el ejemplo, pues hasta donde he podido, les he dejado patente dos precetos espirituales en su vida: Hacer a otros lo que quieran que hagan con ellos; y: Amar a su prójimo como a ellos mismos.

No hay comentarios.: